Suplicando misericordia,
sufriendo en silencio, llorando perdido... No se puede explicar - por lo menos
no del todo- la angustia que sentimos al forzar el cambio en nuestro ser, al
estar obligados (prácticamente) a ser diferentes. Partimos de la idea de que
"todo pasará", que "todo será mejor", que es "por
nuestro bienestar"; y nos preguntamos, por qué cambiar. Si realmente es
necesario, por qué nos cuesta tanto. Y sin poder descifrar semejante enigma nos
damos por vencido y aceptamos un nuevo esquema, a veces resulta, otras veces no
tanto.
Cambiamos
y nos sentimos desconocidos por nosotros mismos, nuestro organismo rechaza la
nueva conducta y nos vemos distorsionados en nuestro interior. Y en nuestro
exterior, somos intrusos del propio comportamiento... somos otros. Dónde queda
el "Ser nosotros mismos", y sin percatarnos de que en algún momento
rompemos el esquema y cometemos "el error" de caer de nuevo. Hacemos
lo que siempre hacemos, nos comportamos igual que antes, y perdemos todo lo que
ganamos siendo otros.
Podemos
afirmar que estamos en un constante cambio, una variable inconclusa en el
universo, dos personas en una, miles en una, millones en una. somos muchos y
somos ninguno. Y al parecer no hay un equilibrio, no existe el balance dentro
de lo que somos y no somos. Pero pudiéramos estar equivocados, quizás sólo
somos lo que somos. y es probable que seamos una constante que varia según el
entorno, un cambio superfluo, una nueva piel, una transición renuente, un valor
complejo... con una parte real y otra imaginaria.
Seamos
lo que seamos y no seamos, seguimos en una espiral invertida que nos aleja cada
vez mas de nosotros mismos hasta que desaparezca la noción de lo que fuimos
alguna vez.
-Actores en la irrealidad
desprendida del momento-
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